MES DE MARÍA- DÍA VIGÉSIMO PRIMERO


Mes de Mayo consagrado a la Santísima Virgen Maria, tomado del libro "Las Glorias de Maria" de San Alfonso de Ligorio- Día 21 de Mayo.


                                 DEVOCIÓN DEL MES DE MARÍA SANTÍSIMA

Al inicio:

Venid, amantes hijos,
Con flores de alegría,
Con flores a María,
Que madre nuestra es

De nuevo aquí nos tienes,
Purísima doncella
Más que la luna bella
Postrados a tus pies,

Venimos a ofrecerte
Flores del bajo suelo;
Con cual ardiente anhelo,
Señora tu lo vez.

Con ella presentamos
Para alcanzar tus dones
Rendidos corazones,
Si bien ya lo posees.

Jamás tu amor consienta
Que en este triste mundo,
Fiero cual mar profundo,
Sufran algún revés.

No solos ¡hay! Los dejes,
No solos ir surcando,
Porque sin ti luchando
Darán luego al través.

Gobierne el frágil leño
Tu brazo poderoso
Y siempre hasta el dichosos
Puerto velando estés.

Y así a tus dulces ojos
Hoy nuestras flores placen,
Las que en la gloria nacenEn premio tú nos des.

                                     DÍA 21: Protección de María a una devota suya

Refiere el P. Carlos Bovio que en Dormans, Francia, vivía un casado que andaba en tratos deshonestos con otra mujer. Su esposa, no pudiendo soportarlo, no hacía más que pedir a Dios que los castigase. En especial un día en una iglesia, ante el altar de la Santísima Virgen, se puso a pedir venganza contra la mujer que le robaba el marido. Precisamente ante esta imagen iba todos los días, a rezarle un Ave María, la otra mujer pecadora.
Una noche, en sueños, se le presentó a la esposa, la Madre de Dios. Al verla comenzó con la cantinela de siempre: “Justicia, Madre de Dios, justicia”. La Virgen le respondió: “¿Justicia? ¿A mí me pides justicia? Busca otro que te la haga, que yo no puedo. Has de saber, que esa pecadora todos los días me dirige una oración tan de mi agrado que no puedo consentir que quien así me reza sufra o sea castigado por sus pecados”.
Por la mañana, fue la esposa a la Santa Misa en aquella iglesia de la Virgen; y al salir, se encontró con la amiga de su marido; al verla comenzó a injuriarla, diciéndole entre otras cosas que era una hechicera, que con sus encantamientos había llegado a encantar a la Virgen Santísima. “¡Calla! ¿Qué dices?”, le decía la gente. “¿Cómo me voy a callar? –les respondía ella–, lo que digo es la pura verdad. Se me ha aparecido la Señora y, al pedirle yo que me hiciera justicia, me ha respondido que no me la podía hacer por un saludo especial que esta malvada le recita todos los días”. Le preguntaron cuál era el saludo que le recitaba a la Madre de Dios todos los días. Ella respondió que era el Ave María. Pero al darse cuenta que por aquella pequeña devoción se mostraba la Virgen tan misericordiosa, fue enseguida a postrarse a los pies de aquella santa imagen, y allí mismo, pidiendo perdón a todos, hizo voto de perpetua castidad. Además se hizo un hábito de monja y se fabricó una pequeña habitación cerca de la iglesia, donde se recluyó y perseveró en continua penitencia hasta la muerte.

ORACIÓN PIDIENDO LOS DONES DE DIOS

Madre de misericordia, eres tan piadosa,
tienes tan gran deseo
de hacernos bien a los necesitados,
y dejarnos contentos cuando te suplicamos,
que yo, el más infeliz de todos
recurro a tu piedad
para que me otorgues lo que te pido.

Busquen otros cuanto quieran,
salud del cuerpo, riquezas
y otros bienes de la tierra;
Señora, yo vengo a pedirte
lo que deseas ver en mí:

Tú que fuiste tan humilde,
dame humildad y saber aceptar los desprecios.

Tú, tan sufrida en los trabajos,
hazme paciente en las adversidades.

Tú, tan llena de amor de Dios,
obtenme el amor puro y santo.

Tú, todo caridad para el prójimo,
consígueme caridad para con todos,
y también para los que me son adversos.

Tú, del todo unida al divino querer,
dame total conformidad con lo que Dios dispone.

Tú, la más santa entre las criaturas,
hazme santo, María.

Nunca te falta el amor,
y todo me lo puedes y quieres obtener.
Sólo me puede impedir
que yo reciba tu gracia,
o mi olvido de suplicarte,
o mi poca confianza en tu intercesión.
Pero el recurrir a ti,
y el hacerlo con total confianza,
tú misma me lo tienes que otorgar.

Estas dos gracias supremas,
son las que ahora quiero y te pido,
las que espero, con certeza, alcanzar por ti,
María, Madre y esperanza mía,
mi amor, mi vida, mi refugio,
mi ayudadora y consoladora. Amén.


Rezar tres Avemarías y una Salve.

PAX VOBIS.

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